Aquél atardecer algo la animó a abandonar su refugio terrenal, tal vez el deseo impostergable de acercarse un poco más al cielo. Ninguna exquisitez. Subió la escalera, lentos los pasos, abrumados los pies; la vista apretada en ellos y al mármol de antaño. Abrió la puerta como quien no sabe y espía, y fue volver a descubrirlo en su azul amplio, aún altivo, tan rodeado. Y ella? Ella, una ella cualquiera entre el infierno de azoteas. Cómo amaba esa Buenos Aires mortecina a escasos segundos del eclipse... Sin embargo, acurrucada en el rincón trinchera pudo ver como una sombra enorme devoraba el asfalto empequeñeciéndola a tal punto de sentirse estiércol de escarabajo. Y fue barrilete sin hilo y fue jirón de niebla, enclenque barquito de papel yéndose a pique por la alcantarilla. Temor, terror, horror, a ese cielo de rapiña. El sol zarparía pronto tan orgulloso como púrpura detrás de los perfiles sin dejar rastros. Y sus ojos se perderian en el linde, derramados de vuelo de gaviotas negras, detrás de un atisbo y el deseo inútil de perpetuarlo. Es tarde, una oscuridad tempestuosa y la aridez en la boca le anuncian a viva voz que es hora de cerrar la puerta y bajar los peldaños aún más lento que al subir.
viernes, agosto 03, 2007
temor cerca del cielo
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2 comentarios:
adorable
mno sem... me cuesta tanto...
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